En la senda de Scalabrini.
Por Federico Gastón Addisi

Mucho se ha escrito, y con seguridad se seguirá escribiendo
sobre la vida y obra de ese ilustre argentino que se llamó
Raúl Scalabrini Ortiz.
Este patriota fue uno de los más lúcidos pensadores
nacionales que tuvo nuestro país. Con su aguda inteligencia,
su fino análisis de los distintos actos jurídicos de
la administración pública, pero sobre todo, del estudio
de la incidencia de la política británica en nuestra
tierra, Scalabrini se convirtió en un verdadero defensor de
los derechos nacionales, y a su vez, en el más implacable fiscal
de toda maniobra destinada a menoscabar el patrimonio nacional.
Fue entonces Don Raúl Scalabrini Ortiz, un abogado y fiscal
de la Nación, en lo que hace a defender sus intereses y denunciar
todas las maniobras operadas por el imperialismo, en particular por
Gran Bretaña, para tener una Argentina dentro del esquema de
la división internacional del trabajo, según el cual
a Inglaterra le convenía que nuestro país desempeñara
el papel de exportador de materias primas, e importador de manufacturas.

De esa manera los ingleses se aseguraban la colocación de
sus excedentes de producción en nuestro mercado, a la vez que
se abastecía de alimentos. Lógicamente, con este esquema
de comercio, la balanza de pagos de Argentina era deficitaria ya que
los términos de intercambio eran siempre favorables a la manufactura
debido a su correspondiente valor agregado, generación de empleos
y tecnología para los países productores, y perjudicial
para los países generadores de materia prima.
Pero no terminaba allí la cuestión. Dada la particular
geografía de nuestro territorio y la extensión del mismo,
era necesario la creación de un medio de transporte que facilitara
el envío de los productos ingleses hacia todo el país
–con el lógico quebranto de cualquier intento de industria
nacional a la que le resultaba imposible competir con los precios
y calidad de la mercadería británica- y la concentración
de las materias primas en el puerto de Buenos Aires para de allí
ser transportadas a Inglaterra. Así fue que la Corona ideó
y concretó con el esfuerzo, el trabajo y el capital de los
argentinos, los ferrocarriles que sin embargo, eran de propiedad inglesa
(por las supuestas inversiones que estos realizaron para la obra).
El trazado radial de las vías férreas pone en evidencia
la necesidad de sacar la producción de materias primas hacia
el mercado internacional, proceso que se complementa con el movimiento
inverso; introducir al mercado interno, manufacturas provenientes
desde Europa, o dicho sin rodeos, de Inglaterra. Y para mayor escarnio,
estos ferrocarriles que no sirvieron para el desarrollo de la Nación
sino para su estrangulamiento, contribuyeron a constituir una ciudad
portuaria rica y un interior del país pobre. Pero para mayor
vergüenza nacional decíamos, el tendido de las vías
férreas se realizó con increíbles ventajas para
Gran Bretaña: “Es reprochable que se cedieran las tierras
más feraces de la República, las más densamente
pobladas, después de las aledaños de Buenos Aires, trabajadas
por una población de propietarios radicada de tiempo atrás.
Es reprochable que se los desposeyera de sus estancias a precios irrisorios
para contribuir a la superganancia de los contratistas ingleses, pues
como se verá, la diferencia entre el precio de expropiación
y el precio mínimo fijado para su reventa por el Ferrocarril
Central Argentino hubiera podido costear holgadamente la construcción
del ferrocarril mismo. En el contrato se establece que:<El Gobierno
concede a la Compañía, en plena propiedad, una legua
de terreno a cada lado del camino en toda su extensión, comenzando
a distancia de cuatro leguas de las estaciones de Rosario y Córdoba
y a una legua de cada una de las villas San Jerónimo y Villa
Nueva, por donde pasa el camino. Estas tierras son a más de
las estipuladas en el artículo tercero –las correspondientes
a la zona de vía y estaciones-, y son donadas a la Compañía
en plena propiedad a condición de poblarlas. Además
el Gobierno se compromete a obtener cuatro leguas cuadradas en la
provincia de Santa Fe y cuatro en la de Córdoba, de las tierras
fiscales pertenecientes a cada una de estas provincias para cederlas
a la Compañía.> (Artículo 12).
La Compañía del Central Argentino recibió, por
tanto, al final de las gestiones que detallaremos más adelante,
una lonja de tierra al costado de sus vías de 10 kilómetros
392 metros de ancho y 333 kilómetros de longitud, que en total
integran una superficie de 346.727 hectáreas en la zona más
fértil de la República”[1].
Esa era la claridad y la menudencia con que Scalabrini estudiaba y
denunciaba los negociados que Inglaterra hacía a través
de su diplomacia, con la inestimable colaboración de los cipayos
de nuestro suelo.
Es importante también, ver la importancia que Scalabrini le
daba a la Constitución del 49; en su libro de dos Tomos, “Bases
para la reconstrucción nacional” sostenía: “Primero
fue un socialista, el doctor Sánchez Viamonte, quien propuso
abolir toda estructura legal y dejar al país en el estado de
horda. Después opinó un antiguo abogado de empresas
británicas, el doctor Clodomiro Zavalía, y propició
un sistema menos drástico: bastaba reimplantar las normas dictadas
en 1853 y eliminar las pocas reformas introducidas en 1949. Luego
dictaminó un abogado nacionalista, el doctor Bonifacio del
Carril. Aseguró que la operación era más sencilla
aún, porque la Constitución era única y no había
dejado de estar en vigencia en ningún momento la sancionada
en 1853. La <tribuna de ideas> ubicaba estas opiniones en el
rincón de su página editorial tradicionalmente consagrada
a los pensamientos matrices de la comunidad argentina, como la coordinación
de transportes y el Banco Central. Las voces menores del periodismo
hacían y hacen un coro estridente a la vociferada e imperiosa
necesidad de reformar la Constitución (…) Pero la alharaca
que se alza en torno a la reelección es una coartada de disimulo.
Allí no están los huevos del tero (…) Los huevos
del tero están en el artículo 40 de la Constitución
Argentina. Es el artículo 40 el que se quiere eliminar, no
el que se refiere a la reelección del presidente (…)
Pero el artículo 40 sí es un obstáculo, una verdadera
muralla que nos defiende de los avances extranjeros y está
entorpeciendo y retardando el planeado avasallamiento y enfeudamiento
de la economía argentina. Mientras esté vigente el artículo
40, no podrán constituirse las sociedades mixtas, porque todo
lo que se urde estará incurablemente afectado de inconstitucionalidad.
Ni los transportes, ni la electricidad, ni el petróleo podrán
enajenarse ni subordinarse al interés privado, con que se enmascara
el interés extranjero, mientras permanezca en pie el artículo
40 de la Constitución Nacional”[2].
¿Pero qué decía el por entonces molesto e infranqueable
artículo 40 que ahora se pretende ocultar y al que Scalabrini
llamaba “bastión de nuestra soberanía?”[3]
(aunque para ser estrictamente justos ningún gobierno de los
llamados “peronistas” hizo nada para reestablecer la Constitución
de 1949). La norma citada rezaba: “La organización de
la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del
pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios
de la justicia social. El Estado mediante una ley, podrá intervenir
en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia
de los intereses generales y dentro de los límites fijados
por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución.
Salvo la importación y exportación, que estarán
a cargo del Estado de acuerdo con las limitaciones y el régimen
que se determine por ley, toda actividad económica se organizará
conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por fin
ostensible o encubierto, dominar los mercados nacionales, eliminar
las competencias o aumentar usurariamente los beneficios.
Los minerales (atención la Segunda Década Infame –es
decir, el menemismo-)[4], las caídas de agua, los yacimientos
de petróleo, de carbón y de gas, y las demás
fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales,
son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación,
con la correspondiente participación en su producto, que se
convendrá con las provincias.
Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado,
y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos
para su explotación. Los que se hallaren en poder de particulares
serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación
con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine.
El precio de la expropiación de empresas concesionarias de
servicios públicos será el del costo de origen de los
bienes afectados a la explotación, menos las sumas que se hubieren
amortizado durante el lapso cumplido desde el otorgamiento de la concesión,
y los excedentes sobre una ganancia razonable, que serán considerados
también como reintegración del capital invertido”[5].
Así las cosas, resulta imposible separar a Scalabrini Ortiz
de la defensa de la Constitución Justicialista de 1949, uno
y otro aniversario se complementan, se fusionan, se funden en una
sola imagen: la de la Patria Justa, libre y soberana.
A pesar del reduccionismo de algunos, el pensamiento de Scalabrini
no se limitó al tema de los ferrocarriles, a la denuncia de
la injerencia británica, ni a la defensa de la Constitución
de 1949. Su obra y acción estuvieron signadas por un profundo
sentir y pensamiento nacional. Era un hombre de nuestra tierra, que
pensaba las cosas de nuestra tierra, y ontológicamente hablando,
se preocupaba por denunciar aquellos obstáculos que impedían
el desarrollo de nuestro ser: “Que la tierra argentina tiene
un destino, lo demuestra la presencia oportuna del hombre que es necesario
en cada momento de su historia”[6], diría Scalabrini.
O interpretando su pensamiento, y la independencia de criterio frente
a ideas foráneas, de esta manera lo recordaba Vicente Trípoli:
“La fe de Raúl Scalabrini Ortiz se fundamentó
en las virtudes innatas del pueblo argentino. Estas virtudes lo hacen
capaz de conquistar y mantener su libertad de gobierno y de juicio
frente a los intereses mundiales. No se trata de crear una nacionalidad
al margen de la historia del mundo, sino de una sociedad organizada
con condiciones de tratar de igual a igual con las otras comunidades
que pueblan la tierra”[7]. En la misma línea y denunciando
cualquier equívoco o deformación que se pudiera hacer
sobre la figura de Raúl Scalabrini Ortiz, así se expresaba
su esposa: “He compartido toda la vida y la lucha de ese extraordinario
patriota, conociendo profundamente la totalidad de sus obras, su pensamiento,
sus momentos de lucha y sus ideales políticos, por lo que sé
perfectamente que su pensamiento se nutrió de ese gran pensamiento
nacional que brota de las multitudes argentinas. Por eso estuvo ligado
al gran movimiento justicialista que plasmó en los hechos las
ideas por las cuales había luchado denodadamente, y a las que
defendió hasta su último día, conociendo que
la doctrina justicialista, tan alejada de los dos imperialismos que
se disputan el dominio del mundo, representa la posibilidad real de
la emancipación nacional”[8].
Desviaciones de la “senda Scalabrini”
Pocos pensadores fueron tan manipulados y tergiversados, como lo fue
–y aún lo es- Scalabrini Ortiz. Sólo Arturo Jauretche
pasó por un proceso similar, tironeado por marxistas, nacionalistas,
radicales y peronistas, cada uno veía lo que le convenía
ver en función de su ideología, ofreciendo una visión
sesgada y parcializada, en lugar de una totalizadora e imparcial.
Esto que ocurrió con Jauretche, pasó también
con FORJA, y como decíamos anteriormente, sucede con el pensamiento
de Scalabrini Ortiz.
Representa para nosotros un especial interés aclarar las desviaciones
a las que “Don Raúl” fue y es sometido.
Buscaremos por lo tanto, enumerar los equívocos que suelen
cometerse al hablar de Scalabrini y rectificarlos de la manera más
clara y contundente posible.
a- Scalabrini radical: Raúl nunca fue radical. Más por
el contrario, descreía del radicalismo, y por eso jamás
militó en sus filas. El error puede darse, debido a que Scalabrini,
luego del proceso político del irigoyenismo, al cual no adhirió,
comenzó a defender a Don Hipólito como uno de los caudillos
nacionales. Para decirlo más claramente, Scalabrini fue irigoyenista
pero no radical. Y lo fue una vez derrocado Irigoyen y agotado su
proyecto político. Recién en ese momento comenzó
la reivindicación histórica del caudillo radical, como
expresión del movimiento nacional.
Claramente lo decía Scalabrini Ortiz: “El radicalismo,
el organismo que Irigoyen había creado en cuarenta años
de paciente elaboración, ya no era una vía de expresión
de los anhelos del pueblo: era un instrumento más de la oligarquía,
es decir, un eco de la voluntad extranjera de sojuzgamiento y expoliación.
Ser un reivindicador de los derechos populares, ser respetuoso de
la voluntad del pueblo, equivalía a revolucionar el orden del
régimen. Quien aceptara para sí la representación
legítima del pueblo no podía dejar de ser revolucionario
en el más completo sentido de las palabras. E Irigoyen fue
un revolucionario integral. Lo fue por sus ideas, por sus sentimientos,
por su conducta y hasta por su técnica de gobernante.
Irigoyen fue leal a su línea histórica. Su obra gubernamental
se inspira en el triple propósito de enaltecer al pueblo trabajador,
desajustar los lazos del coloniaje económico y financiero e
infundir en el espíritu de sus conciudadanos todos un casi
mesiánico orgullo de redención humana”[9].
b- Scalabrini no fue afiliado a FORJA: Raúl Scalabrini Ortiz
era “el norte ideológico de FORJA”, pero se negaba
sistemáticamente a afiliarse a la misma. ¿Y por qué?
Simplemente porque FORJA, desde su fundación, hasta la ruptura
de 1940 mantenía entre sus estatutos, la condición de
ser afiliado radical para poder ser miembro de la misma. Y era lógico.
Originalmente, FORJA fue pensada como la matriz ideológica
del verdadero radicalismo, que retomaba el rumbo de su creador, Hipólito
Irigoyen, para volver a hacer de la UCR el partido nacional y revolucionario
que fuera otrora. Pero Scalabrini, hombre que si bien se identificaba
con Irigoyen descreía absolutamente de la fuerza revolucionaria
del radicalismo, consideraba que esto era un error estratégico,
ya que la constitución de una nueva fuerza nacional no debía
“pasar” por el radicalismo, y condicionar la membresía
a ser afiliado radical. Eso era perder caudal revolucionario, y hombres
de valía.
Así estaban planteadas las cosas, mientras que a FORJA la
conducían oficialmente Dellepiane – Del Mazo, en tanto
que Jauretche y Scalabrini aportaban la vida intelectual y política
de la agrupación.
Efectivamente, Scalabrini se negaba a afiliarse, y de aquí
puede provenir algún equívoco, por los motivos ya explicados.
Pero Scalabrini trabajaba sin cesar en FORJA y era “la mitad”
de la misma según Jauretche. Sin embargo, las condiciones se
mantuvieron como fueron descriptas hasta el estallido de la 2 Guerra
Mundial. A raíz de esta, FORJA comenzó una fuertísima
campaña por la neutralidad, y Raúl consiguió
editar un periódico llamado “Reconquista”. Lamentablemente,
sólo pudo mantenerse en la calle poco más de un mes.
A raíz de “Reconquista”, la Embajada alemana se
contactó con Scalabrini para ofrecerle financiamiento a cambio
de la dirección del diario, por lo que Scalabrini declinó
la oferta. Sin embargo, este ofrecimiento; más ciertas notas
de nacionalistas conservadores que publicaban en el periódico
le valieron a Raúl el rótulo de “nazi”.
Pero más grave aún fue la crisis interna que desató
en FORJA.
Dellepiane no aceptaba esta tarea de Scalabrini y veía preocupado
cómo se asimilaba el nombre de “Recoquista” a FORJA,
y como se los comenzaba a acusar de “nazis” a todos ellos.
Pero en el fondo, la cuestión era personal entre Dellepiane
y Scalabrini. Y estalló la crisis. Por lo que Delllepine y
Del Mazo presentaron su renuncia a FORJA, por los motivos expuestos
y por la negativa de Jauretche de mantener el requisito de afiliación
a la UCR. Dellepiane y Del Mazo seguían pensando a FORJA como
una “especie de vanguardia” radical que retomaría
las banderas históricas del irigoyenismo.
Frente a la renuncia del presidente Dellepiane; a Jauretche no le
quedó otro remedio que aceptar la presidencia de FORJA, conducción
que ejerció hasta su disolución. Esta mayoría
de edad de FORJA respecto al radicalismo replanteó la cuestión
de Raúl Scalabrini Ortiz, que al eliminarse la condición
de afiliación radical ya no podía seguir negando su
afiliación que se convirtió casi en un deber moral.
Así fue cómo Scalabrini se afilió a FORJA el
26 de septiembre de 1940 en el documento que se cita textualmente:
“Buenos Aires, Sep. 26 de 1940.
Señor Presidente de FORJA:
Los que suscriben afiliados a la institución que Ud preside,
presentan de adcuerdo al art 3 inciso A, al señor Raúl
Scalabrini Ortiz, domiciliado en la calle Diagonal Norte N 1124, de
nacionalidad argentino, de 42 años de edad, estado civil casado
y de profesión escritor, afiliado a la UCR en la Circunscripciñon
(tachado) para ser inscripto en los registros de FORJA de acuerdo
al art 5 de los reglamentos”.
Presentaban a Raúl, los afiliados Arturo Jauretche y Oscar
Becerra y la solicitud fue llenada de puño y letra por Jauretche;
al pie de la misma podía leerse, “aprobado el 26 de septiembre
de 1940”.
El historiador Miguel Angel Scenna, quien labró la más
completa obra sobre FORJA, incluyó esta nota y además
publicó copia de la misma en la Revista Todo Es Historia N
38 de junio de 1970.
Scalabrini efectivamente fue afiliado de FORJA, y además integró
su comisión directiva el 26 de septiembre de 1942. La misma
se componía de la siguiente manera: Presidente: Arturo Jauretche;
Vocales Titulares: Oscar Meana, Atilio García Mellid, Raúl
Scalabrini Ortiz, y Oscar Correa; Vocales Suplentes: José M
Cané, Jorge Del Río y Miguel López Francés.
Claro que el inquieto Scalabrini renunció a su cargo en la
Comisión rápidamente, el 27 de octubre de 1942.
c- Scalabrini nazi: Esta acusación es un común denominador
que tenemos que soportar todos aquellos que somos nacionales, al romper
los rígidos y perimidos moldes de la Revolución Francesa
de izquierda y derecha. Al no poder ser tildado ni de una cosa ni
de la otra, el hombre que piensa y siente en clave nacional es titulado
de “nazi” para algunos, de “marxista” para
otros. Y a esta regla no escapó Scalabrini. Algunos fundaban
esta acusación en cierta ayuda económica de la Embajada
Alemana que hubo de recibir Raúl al publicar su periódico
Reconquista en época de la II Guerra. Esto es falso. Lo cierto
es que “Reconquista” sólo tuvo poco más
de un mes de vida por no poder solventarse. Conociendo este hecho,
el embajador alemán ofreció a Scalabrini el dinero necesario
para que el diario continuase apareciendo. Claro, la condición
era hacerse cargo de la dirección del mismo. Ese mismo día
Don Raúl tituló “Reconquista muere hoy”.
Esa la entereza moral de nuestro hombre.
Pero si su conducta no basta; esto decía Scalabrini en su
libro Irigoyen y Perón: “Todas las publicaciones tradicionales
nos vedaron el acceso. Todas las instituciones establecidas negaron
el acogimiento a nuestras investigaciones. No hubo mote ni calumnia
que no se nos endilgara para desprestigiar nuestras personas e impedir
que nuestras ideas y nuestros conocimientos se infundieran en las
masas argentinas. Fuimos nazis, anarquistas, comunistas, agentes del
oro yanqui, del oro alemán, del oro ruso y hasta del oro inglés.
Después nos cubrieron con el silencio y creyeron que ésa
era una mortaja suficiente y definitiva”[10].
Y para ser más contundentes, reproducimos las palabras de Scalabrini
en el periódico en cuestión: “En el orden interno
argentino somos decididos adversarios del nazismo y del fascismo.
Hemos demostrado y demostraremos que son formas gubernamentales perjudiciales
para nuestro país”[11].
d- Scalabrini marxista: Un conocido biógrafo de Raúl
es el principal sostenedor de esta idea, pues el mismo proviene de
las filas de la “izquierda nacional”. Sin embargo, el
destacado historiador pareciera ignorar lo que decían al respecto
dos eminencias que pertenecían a su misma corriente historiográfica
y a la misma ideología marxista. Al respecto decía entonces,
Abelardo Ramos: “Si Hipólito Irigoyen simbolizó
la incorporación de la pequeña burguesía a la
lucha política y el General Perón la del proletariado
industrial, la nueva oleada de masas de nuestro país deberá
levantar las banderas del socialismo revolucionario para un nuevo
17 de Octubre, esta vez irrevocable. La revolución rendirá
entonces su homenaje a todos aquellos que como Raúl no fueron
marxistas, (destacado del autor) pero fueron patriotas y lucharon
intrépidamente por ella, aún sin conocer cuál
sería en definitiva su nombre”[12]. No deja de ser llamativo
que dicha opinión se encuentre en el Prólogo a la biografía
de Scalabrini donde se sostiene precisamente la tesis contraria. En
fin, misterios de la dialéctica.
El célebre escritor, Hernández Arregui decía
al respecto: “Este escritor argentino, que no cita a Marx en
sus escritos, demostraba ser más revolucionario que los petardistas
de la izquierda. Fueron estos hombres –que no eran marxistas
– (destacado del autor) los primeros en analizar la historia
nacional en su relación con la América latina con criterio
metodológico e histórico muy próximo al marxismo”[13].
No obstante la honestidad de los citados historiadores, la viuda de
Scalabrini, Doña Mercedes Coraleras expresaba en una carta:
“En un extracto de un libro publicado sobre la vida de mi esposo
(…) trata, equivocadamente de dar a entender que Scalabrini
se nutrió en el plano ideológico con las ideas de Lenin,
Marx o Trotsky. Nada más erróneo. He compartido toda
la vida y la lucha de ese extraordinario patriota, conociendo profundamente
la totalidad de sus obras, su pensamiento, sus momentos de lucha y
sus ideales políticos, por lo que sé nutrió de
ese gran pensamiento nacional que brota de las multitudes argentinas.
Por eso estuvo ligado al gran movimiento justicialista que plasmó
en los hechos las ideas por las cuales había luchado denodadamente,
y a las que defendió hasta su último día, conociendo
que la doctrina justicialista, tan alejada de los dos imperialismos
que se disputan el dominio del mundo, representa la posibilidad real
de la emancipación nacional.
No se apoyó Scalabrini en el conocimiento de doctrinas extrañas,
como intenta confundir en ese trabajo, para interpretar la realidad
nacional, sino que realizó esa tarea investigando la problemática
argentina.
No intentó mi esposo formar un partido revolucionario de izquierda
“comunista nacional o algo que se le parezca…” porque
se sentía totalmente interpretado y consustanciado con la doctrina
justicialista”[14].
e- Scalabrini no católico: Para presentar el “cuadro”
de un pensador del “materialismo histórico” que
usaba la dialéctica para desentrañar la realidad argentina,
el biógrafo de Scalabrini al que se hace alusión en
párrafos anteriores debía decir que para Raúl
“la religión es el opio de los pueblos”. Así
aparecen frases como “las ideas de los grandes pensadores (…)
quienes baten rápidamente en retirada al catolicismo que procura
inculcarle su madre”; o esta otra “se consideró
siempre un discípulo de la Revolución Francesa, jamás
fue clerical (…)”; o la más elocuente: “(…)
adhiere a la república española, se define por el divorcio,
rechaza al catolicismo (…)”
A pesar de esta falsa idea de un Scalabrini reacio al catolicismo
y próximo al materialismo y al positivismo, es nuevamente Hernández
Arregui quien desde la izquierda pone las cosas en su lugar: “Creía
en Dios. Pero veía en el concepto una especie de substancia
ordenadora”[15].
Más aún, Scalabrini era bautizado y por lo tanto parte
de la Iglesia Católica Apostólica Romana; recibió
la influencia espiritual de su Tío Juan Bautista Scalabrini
quien al decir de Jauretche, “su Tío Monseñor
Juan Bautista Scalabrini, cuya obra y ejemplo fueron los que proyectaron
su influencia sobre el fértil espíritu de Raúl
Scalabrini Ortiz”[16], y a la hora de verse cara a cara con
la muerte fueron padres de la Orden Scalabrini –fundada por
su Tío – quienes le suministraron a Raúl los auxilios
religiosos de sus últimos días.
f- Scalabrini desarrollista: Aquellos que afirman esto confunden la
táctica con la estrategia. Y no se trata de una cuestión
militar. Claramente lo expresa el mismo Scalabrini en la revista Qué:
“¿Permitiremos cruzados de brazos, que sea sustituída
la Constitución del 49 por un texto fraudulento en que se renovarán
acrecentados los privilegios del capital extranjero? Me resisto a
mí mismo el derecho a permanecer indiferente en esta emergencia
definitiva. No, yo no permaneceré cruzado de brazos. Si no
puedo hacer otra cosa, votaré por aquel, cualesquiera sean
sus opiniones, su simpatía o antipatía personal, sus
propósitos confesados o las reservas con que formule sus promesas,
por aquel que se comprometa a sostener la vigencia de la Constitución
del 49. Será el mío un voto de emergencia que no debe
engañar a nadie. No significará apoyo a ningún
partido, adhesión a ninguna otra idea, ni solidaridad, ni simpatía
ni disculpas por los actos censurables que hubiera cometido anteriormente.
Votaré simplemente por el mantenimiento de la Constitución
de 1949 o por el que ofrezca un pronunciamiento para llegar a ello”[17].
Apoyar a Frondizi era una cuestión táctica para tratar
de mantener las banderas del movimiento nacional en alto, dado que
su vanguardia, el peronismo, y su líder, el General Perón
se encontraban proscriptos. Y Frondizi había acordado con el
General una política nacional, además de levantar la
proscripción del peronismo y permitir el regreso a la Patria
de Perón. En pocas palabras esa era la base del acuerdo Perón-Frondizi,
a través del cual el General Perón ordenaba a sus seguidores
votar por el candidato a presidente de la UCRI.
De manera que la conducta de Scalabrini, estaba perfectamente ordenada
con el acuerdo entre Perón y Frondizi.
Por lo demás, se ha reprochado a Raúl su participación
en la revista Qué; donde más allá de las editoriales
de Frigerio, Scalabrini siempre pudo expresarse con total libertad
y defender el pensamiento nacional, las banderas peronistas, a la
vez que atacaba sin piedad al gobierno de la “fusiladora”.
En la revista Qué Scalabrini expresaba sus dudas y advertía
a Frondizi de la siguiente manera: “Doctor Frondizi: el peronismo
se ha hecho a un lado para que usted tenga un lugarcito en la historia.
Siéntese con cuidado porque el asiento es incómodo e
inseguro, Si lo aprietan, solicite ayuda. El pueblo no se la va negar
mientras mire hacia delante. “Señalo la gravedad del
momento y la necesidad de que coincidan con suprema grandeza los esfuerzos
de todos los argentinos para reparar los daños tremendos causados
por la dictaudura”. Así reza la orden de Perón.
Por ese camino vamos a ir lejos. No se aparte de él, doctor
Frondizi, aunque vengan degollando”[18].
Una vez en el poder Frondizi, se le ofreció a Scalabrini la
dirección de la ahora oficialista, revista Qué. Este
aceptó pensando que sería una tribuna donde luchar por
las ideas nacionales. Tan sólo dos meses duró Scalabrini
como director de la revista. Y su renuncia se debió a la política
que Frondizi pretendió aplicar en materia petrolera, lo que
Scalabrini consideró una claudicación.
g- Scalabrini anti-peronista: Quienes sostienen esta disparatada teoría
se basan en dos puntos. El primero de ellos fue la renuncia que presentó
Scalabrini a FORJA cuando tuvo lugar la revolución del 4 de
junio de 1943 y a la que FORJA adhirió. Pero esta renuncia
no fue por Perón, sino por no estar de acuerdo con un pronunciamiento
militar incierto y que no se sabía para donde iba, por lo tanto
no estaba de acuerdo en la aceptación que FORJA prestaba al
movimiento de junio.
Contradiciendo la “teoría anti-peronista” debemos
decir que Scalabrini fue uno de los intelectuales que más participó
e influyó en Perón, nada menos que con la nacionalización
de los ferrocarrilles. Además los cuadernos de FORJA donde
Raúl abordaba este y otros temas eran conocidos por el GOU
y su lectura recomendada junto a libros de José Luis Torres.
Cierto es que Scalabrini no ocupó cargo alguno durante los
gobierno del General Perón, pero esto no obedeció a
ninguna antipatía o diferencia ideológica, todo lo contrario.
El segundo punto en el que se apoyan ciertos historiadores para decir
que Scalabrini no era peronista tuvo que ver con la “adhesión”
del mismo al “desarrollismo”. Sobre este tema no volveremos,
pues lo consideramos suficientemente aclarado en el apartado precedente.
Sin embargo, para despejar totalmente cualquier duda al respecto es
conveniente reproducir lo que el propio Perón decía
desde el exilio al historiador Pavón Pereyra, y este reproducía
en uno de sus libros “Coloquios con Perón” tomados
entre 1961-63, sobre Scalabrini: “Quiero detenerme ante un hombre
símbolo, el de Raúl Scalabrini Ortiz, que personifica
la mejor tradición civil de los argentinos (…) Ejerció
en cierto modo, la primera magistratura moral de la República,
y cuando le tocó partir de este mundo él me hizo depositario
de su Testamento político”[19] .
________________________________________
[1] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Historia de los Ferrocarriles Argentinos,
Bs. As, Plus Ultra, 1985, pp. 128, 129.
[2] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Bases para la reconstrucción
nacional. Aquí se aprende a defender a la Patria, Bs. As, Plus
Ultra, 1985, T. 1, pp. 30, 31.
[3] Citado por GONZALEZ ARZAC, Alberto, Estructura Social de la Constitución
Argentina, Bs. As, Ediciones Tematica, 1985, p. 64.
[4] El destacado y observación pertenecen al autor.
[5] SAMPAY, Arturo, La Constitución Democrática, Bs. As,
Ciudad Argentina, 1999, pp. 244, 245.
[6] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Bs As, Plus
Ultra, 1972, p. 142.
[7] TRIPOLI, Vicente; en SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Bases para la
Reconstrucción Nacional, T I, Bs As, Plus Ultra, 1973, pp. 23,24.
[8] COMALERAS de SCALABRINI ORTIZ, Mercedes, Revista Mayoría,
5/12/1975.
[9] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Bs As, Plus
Ultra, 1972, pp. 11, 16, 19.
[10] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Bs As,
Plus Ultra, 1972, p. 141.
[11] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Reconquista, 15/11/1939.
[12] RAMOS, Jorge Abelardo, en GALASSO, Norberto, Bs As, Ediciones del
Mar Dulce, 1970, p. 14.
[13] HERNANDEZ ARREGUI, Juan José, La formación de la
cultura nacional, Bs As, Plus Ultra, 1973, p. 334.
[14] COMALERAS DE SCALABRINI ORTIZ, Mercedes, Revista Mayoría,
Bs As, 5/12/1975.
[15] Ibidem, pp. 337-38.
[16] JAURETCHE, Arturo, Revista Santo y Seña, N. 1, Bs. As, 17/11/1959.
[17] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Revista Qué, Bs. As, 23/7/1957.
[18] SCALABRINO ORTIZ, Revista Qué, Bs As, 25/3/1958.
[19] PAVON PEREYRA, Enrique, Coloquios con Perón, Ediciones Internacionales,
Madrid, 1973. p. 92.
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