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Opinión: Natasha de Clarín y los siete lilitos


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03/03/2015

Envío nota escrita a fines de 2011, donde intenté desenmascarar el oportunismo de la periodista y la hipocresía de los "anti-héroes" del CECIM. La actualizo para explicar el sentido del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación del 19 de febrero pasado, donde desestima el recurso de queja presentado por el CECIM La Plata en su pretensión de considerar los abusos y vejámenes cometidos por militares contra soldados conscriptos durante la guerra de Malvinas como "crímenes de lesa humanidad".

César González Trejo, Ex soldado combatiente en Malvinas.
27/12/2011

Natasha tiene oficio. Hace años que trabaja en Clarín, y aunque el nadie resiste tres tapas del diario haya quedado atrás, sabe también que aún muchos sectores reafirman sus prejuicios, sus temores y sus odios con su lectura cotidiana, y aún permite instalar agenda en algunos sectores de poder.

Natasha sabe bien que la verdad no importa, que su oficio es otra cosa, y lo disfruta. Un cosquilleo le recorre el cuerpo y una irrefrenable sonrisa -un tanto efímera-, se le dibuja en los labios cuando comprueba la preocupación que han generado sus cometarios entre algunos funcionarios y operadores políticos.

No conoció el viejo oficio de periodista, basado en la investigación, en recurrir a fuentes fidedignas y en publicar información verificable. Sabe que una operación bien ejecutada valen más que mil hechos ciertos.

A Natasha le gustaría ser una intelectual; por eso, desde hace años, intenta escribir un libro. Y eligió un tema de lo más promisorio. De aquellos que aseguran un público para agotar la primera edición, y que –piensa ingenuamente-, contará incluso con el apoyo de los popes del diario y una difusión garantizada por los otros medios cobijados a la sombra del sutil dominio inglés. Quién sabe, hasta pueda viajar a Londres y otras hermosas capitales europeas, con gastos pagos y todo.

El tema son los vejámenes, abusos de poder y crímenes cometidos por los oficiales y suboficiales argentinos sobre las propias tropas en la guerra de Malvinas.

Perseverancia no le falta. Durante la década del ’90, cuando desde la Federación de Veteranos de Guerra denunciamos a los británicos ante la Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra que se creó en el Ministerio de Defensa a pedido nuestro, más que los homicidios de los paracaidistas ingleses sobre los prisioneros argentinos, le interesaban los estaqueamientos ordenados por algún oficial argentino.

Le causaba mayor preocupación humanitaria si algún suboficial de las propias fuerzas había ordenado castigar a un soldado argentino por sacrificar una oveja, que las tareas peligrosas que los ingleses ordenaron realizar a prisioneros argentinos en Darwin, con la pérdida de tres vidas y más de veinte heridos. Le quitaba el sueño conocer cómo algún militar de la Armada o del Ejército había maltratado a un conscripto propio, que enfrentarse a los cortes de orejas que los parac británicos practicaron sobre los cadáveres de nuestros soldados. Se regodeaba pensando cómo convertir en crímenes de lesa humanidad a los vejámenes cometidos por argentinos, sin prestar atención a la denuncia de crimen de guerra que - tanto en nuestro país como en la misma Londres-, pesa sobre el hundimiento del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano”.

Por cierto, cada cual establece sus prioridades, según el interés que defiende.

Cuando, luego de tantos años, a fines del 2009 los Familiares de los Caídos en Malvinas y en el Atlántico Sur, lograron organizar los viajes de inauguración del Monumento construido en el Cementerio de Darwin, en la Isla Soledad, Natasha creyó oportuna la ocasión para insistir sobre la denuncia sobre las propias fuerzas, más que prestarle atención al homenaje en ciernes.

Como tantos otros escribas instalados en los sectores del privilegio mediático y cultural, Natasha recibió con beneplácito a la película Iluminados por el fuego, dirigida por Tristán Bauer, basada en el libro homónimo de Edgardo Esteban y con la adaptación de guión del otrora diputado kirchnerista Miguel Bonasso.

Es que en ese film, las cosas volvían a estar en su lugar. Nada de Héroes de Malvinas, de relatos épicos, de asesinatos británicos, de colonialismo, de piratería inglesa y complicidad norteamericana. Nada de pueblo en la Plaza vivando la recuperación, y de sudacas anotándose en las embajadas argentinas para pelear contra los gringos.

Nada de reclamos fascistoides, de denuncia de pesca ilegal, de exploración petrolera, de agresiones unilaterales imperialistas. Nada de negritos correntinos, chaqueños o tucumanos enfrentando con valor a los soldados enviados por su majestad. El único relato que interesa estaba ahí: Gastón Paul encarnando al chico sensible, de clase media porteña, rubio y de ojos claros, vejado por un teniente de rasgos psicopáticos, genocida y torturador.

Y cuando la ficción se convirtió en una presentación judicial contra oficiales y suboficiales argentinos por crímenes de lesa humanidad ¡Aleluya!, por fin había algo que publicar en el gran diario argentino.

¡Qué satisfacción orgásmica cuando los Juzgados Federales de Río Grande y Comodoro Rivadavia declararon que la guerra fue iniciada por la dictadura argentina para perpetuarse en el poder, y que los vejámenes denunciados podrían considerarse crímenes de lesa humanidad!

Y es aquí donde entran a tallar los siete lilitos, es decir, el puñado de ex combatientes del CECIM La Plata que, autodefiniéndose como anti-héroes, han sustituido a las representaciones genuinas de los ex soldados combatientes con habilidad palaciega.

Parece un siglo, pero fue nada más que una década atrás, cuando Lilita Carrió llegó al Aeropuerto Internacional de Ezeiza cargada de 18 cajas de cartón proporcionadas por el Senador Carl Levin del Congreso norteamericano. Eran los tiempos que la ex funcionaria judicial designada por la dictadura en la Provincia del Chaco soñaba con convertirse en presidente de la Nación.

Lilita realizaba un promedio de tres denuncias por día y se encaramaba al puesto de Fiscal de la República, inflada por la generosidad de los medios de comunicación hegemónicos.

La insustancialidad de su calidad ética, de su versatilidad ideológica y de lo inconducente de su vocación denunciativa, la llevaron a un punto sin retorno: el ridículo. Tanto la inflaron, que explotó. Por supuesto, de las cajas no se supo nunca más nada.

Tomando este ejemplo de la sórdida realidad política local, hemos dado en llamar lilitos a los muchachos del CECIM La Plata.

Al igual que la prócer que emulan, a los lilitos les encanta la denuncia hueca y sin fundamento jurídico, con mero afán de propaganda. No les importa el daño que puedan generar a sus supuestos defendidos, mientras les reporte bastantes centímetros en la prensa escrita, segundos de televisión o de radio. Tampoco tienen pruritos a la hora de elegir en qué medios difunden “sus” operaciones.

Y a diferencia de su blonda y gruesa modelo, cuentan con la ventaja de publicación asegurada en los medios hegemónicos y en los contra-hegemónicos: un día una denuncia en Clarín y al otro día en Página 12. Un reportaje en Canal 7, y otro en TN. Un documental en Canal Encuentro, y otro en History Channel. Todo vale en la guerra psicológica moderna.

Como tampoco les importó en 2006 tratar de “loca linda” a la hija de Margaret Thatcher e invitarla a comer un rico asado en su sede de la ciudad de La Plata, colaborando prestos con la filmación de The Mamy’s War que produjo Carol Thatcher para los festejos que el 14 de Junio de 2007 en homenaje a la Dama de Hierro, compartidos por el tercera vía Tony Blair, la reina de Inglaterra y todo el staff colonialista del RU.

Paralelamente a esa importante colaboración cinematográfica, los lilitos del CECIM La Plata se aprestaban a otro aporte significativo a mrs. Thatcher: convertir a Iluminados por el fuego de ficción en realidad tribunalicia.

La operación tuvo la intensa cooperación de un joven abogado correntino que se desempeñaba en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Corrientes, Pablo Vassel, luego promovido a funcionario del Consejo de la Magistratura de la Nación.

En Corrientes y en Chaco, convocaron a numerosos ex combatientes a realizar denuncias –reales o ficticias, no importaba-, contra superiores por abusos, vejámenes o crímenes cometidos en su perjuicio.
Prometieron resarcimientos económicos como resultado de los juicios, así como acelerar el manoseado reconocimiento histórico (también plata), en una operación semejante a los métodos aplicados por nuestros superiores cuya crítica compartimos: “animémonos y vayan”.

Eligieron como blancos a un ex suboficial, Pedro Pierre, que les molestaba por dos motivos: su militancia peronista y por conducir en ese entonces la Federación de Veteranos de Guerra de la Provincia de Buenos Aires. Y también a un oficial retirado, Jorge Taranto, quien condujo durante años el programa radial Malvinas, la verdadera historia, que había atacado desde ese espacio los contenidos de la película dirigida por Tristán Bauer.

Nada hay que reprochar a la intención genuina de brindar oportunidad de reparación a una ofensa a quien la haya sufrido, no importa el tiempo transcurrido. Y menos, a la decisión de promover Memoria, Verdad y Justicia acerca de la Causa de Malvinas y lo acontecido en la guerra de 1982.

Pero el camino elegido por los lilitos del CECIM La Plata es el opuesto a esas legítimas pretensiones.
Jamás, en 24 años de postguerra, los lilitos promovieron denuncia e investigación alguna. Sí lo habíamos hecho desde el Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Capital Federal, aún antes de que concluyera la dictadura cívico-militar, en el año 1983, cuando acompañamos institucionalmente una denuncia efectuada por un ex soldado conscripto por estaqueamiento.

Eso nos valió largos meses de seguimiento y aprietes por parte de la inteligencia militar, que estacionaban sus Falcon verdes en la esquina de nuestra sede de Avda. Rivadavia 1260, en la Capital Federal. Cientos de llamados amenazantes, dirigidos especialmente contra el que fuera nuestro presidente, Jorge Omar Vázquez. Intercepciones en la vía pública, y hasta patoteadas a compañeros pertenecientes al Centro, como forma de mensajes intimidatorios.

También nos dimos cuenta, prematuramente, cuál iba a ser la actitud de la prensa infame. Los grandes medios nos publicaron en tapa la denuncia, mientras duró (finalmente, el denunciante desistió de proseguir la causa, y nos dejó “pagando”).

Cuando volvimos a recurrir a la misma prensa para difundir la necesidad de aprobar una ley que otorgara prioridades laborales, sanitarias, educativas y habitacionales a los ex soldados combatientes, no nos dieron más bola. Comenzamos a comprender la maniobra desmalvinizadora que estaba en ciernes (La Ley finalmente se aprobó en 1984, bajo el número 23.109, archivada durante todo el gobierno alfonsinista).

Fue muchos años después, en 2006, cuando los lilitos promovieron la denuncia ante la Justicia Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, y en Comodoro Rivadavia, en la Provincia del Chubut. Tan tardíamente, que toda acción penal se encontraba prescripta, y con un Código de Justicia Militar modificado (hay quien opina que el viejo Código podría igualmente ser utilizado, pero este no fue el camino elegido por los lilitos del CECIM La Plata).

Esto les daba la posibilidad de apelar a la figura de crímenes de lesa humanidad para caracterizar a las faltas que hubieren cometido los propios superiores en perjuicio de sus subordinados, “buscando” la imprescriptibilidad.

Pero sucede que para caracterizar un crimen como de lesa humanidad deben darse condiciones que no ocurrieron en la guerra contra el Reino Unido por la soberanía sobre las Islas Malvinas y del Atlántico Sur.

La doctrina internacional establece que un crimen de lesa humanidad ocurre como derivación de una orden expresa emanada de autoridad estatal –o, al menos, paraestatal-ejecutada por funcionarios en forma sistemática y reiterada, para eliminar o torturar a un grupo de personas en forma deliberada y planificada.

Por cierto, no existió ese tipo de orden de las autoridades militares a la oficialidad y suboficialidad en perjuicio de los conscriptos argentinos durante la guerra de 1982.

Sí existieron actitudes deshonrosas y hasta criminales, por parte de algunas personas que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Que, por supuesto, merecen su castigo.

Pero el camino elegido por los lilitos, lejos de acercarlos a la justicia, llevo a los ofendidos a un callejón sin salida hacia la impunidad de los réprobos. Utilizaron a los ex soldados combatientes que recibieron ofensas para impulsar una vía judicial imposible desde el punto de vista del Derecho, para promover su objetivo ideológico: homologar el conflicto armado de Malvinas e Islas del Atlántico Sur con el Terrorismo de Estado.

Esta maniobra, que se inscribe plenamente en la estrategia británica, pues disuelve las responsabilidades del colonialismo anglo-norteamericano en la re-invasión de Malvinas y demás Islas del Atlántico Sur, también encubre los crímenes cometidos por esas fuerzas.

Curiosamente, desde 1995 existe una Ley Nacional (Nº 24.517), que ordenó constituir una Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra británicos en la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur con la integración de los tres poderes del Estado Nacional, que jamás se conformó. Y que, reactivándose y modificándose sus alcances, podría también establecer méritos y deméritos, e imponer premios y castigos.

Desde 1999, existe una causa abierta contra los responsables de crímenes de guerra británicos en el Juzgado Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, pero que no se activa por falta de voluntad política y jurídica. Y cuyo tratamiento contrasta significativamente con la celeridad dada a la denuncia por supuestos crímenes de lesa humanidad.

Los lilitos y Natasha nunca se expresaron respecto de esas denuncias: hacen como si no existiesen.
En la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur, la verdadera doctrina jurídica a aplicar es el Derecho Internacional Humanitario conformado por las Convenciones de Ginebra y sus Estatutos complementarios, que fija las reglas de la guerra entre los Estados.

Los delitos o crímenes cometidos por las partes en perjuicio de sí mismas, es regido por los Códigos de Justicia militar o las normas penales de las respectivas partes.

La manipulación ideológica de esos plexos jurídicos ya ha sido desestimada por el Tribunal de Casación de la Nación, cuando en un fallo contundente, expedido en 2009, afirmó:

“…por más aberrantes que puedan resultar las acciones que presuntamente se habrían desarrollado, no se encuentran acreditados los requisitos de sistematicidad ni generalidad del ataque, como elementos que elevarían los delitos supuestamente cometidos a la categoría más grave de delitos contra la humanidad

“…no resulta plausible dar por probada la denominada pauta de contexto en que debe verificarse el delito a partir del momento histórico en que se desarrollaron los hechos y que, en función de esa coincidencia temporal con otros actos perpetrados por el gobierno de facto que detentaba el poder, aquellos deban quedar subsumidos en la misma calificación que éstos. Una elaboración de esa índole no solamente adolece de falta de logicidad, sino que además, podría conducir a resultados jurídicos de manifiesta arbitrariedad, llevando a considera crímenes de tal entidad a delitos aislados por la sola circunstancia de haber sido cometidos por personal o autoridad de alguna fuerza y durante la última dictadura militar”

“…no resiste el menor análisis el argumento de que las acciones imputadas a Taranto hayan sido llevadas a cabo de conformidad con una política de Estado o para promover una política de Estado, pues ello no puede inferirse de modo alguno de los hechos ni circunstancias del caso”.

“…no existen elementos que posibiliten trasladar los actos de la lucha contra la subversión o lo acontecido en la guerra de Malvinas….aquellas personas que resultaron víctimas de los supuestos estaqueamientos o enterramientos, no poseían características especiales, ni eran objeto de dicho padecimiento en virtud de alguna tendencia política o ideológica, que permita sostener una vinculación con la metodología utilizada por aquellos años por el gobierno de facto”.

“…la pretensión de que el hecho que se denunció en esta causa constituye un crimen de lesa humanidad no es en absoluto correcta. No solo no resiste el análisis relativo a los textos legales internacionales contemporáneos. Tampoco puede subsumirse el hecho en la categoría de delitos de lesa humanidad si se atiende a la idea central que ha constituido la motivación histórica con la que ha sido modelada la categoría, es decir, en el propósito de distinguir los crímenes de lesa humanidad de los delitos comunes”.

Los lilitos han recurrido este fallo ante la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto, activaron su operación con la concurrencia del diario Clarín y la solícita Natasha, quien se apresta a su negocio editorial en el marco de la conmemoración de los 30 años de la guerra de Malvinas.

En consecuencia, no es disparatado pensar que todas estas operaciones puedan estar alentadas, pergeñadas y financiadas por quienes se aprestan a iniciar la explotación petrolera –luego de dos años de intensa exploración-, en nuestros mares adyacentes a Malvinas, con el propósito de continuar distrayendo la atención sobre sí mismos.

Don Enrique Oliva, militante de la resistencia peronista, escritor, autor de dos libros sobre la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur (“Malvinas: el colonialismo de las multinacionales” y “Malvinas desde Londres”) y miembro de la Academia Nacional de Periodismo, que cubrió como periodista de Clarín la guerra de 1982 bajo el pseudónimo de Francois Lepot, (antes que el periódico se convirtiera en un holding polirrubro), repetía siempre que la técnica británica cuando iniciaba la ocupación de una colonia, consistía en organizar la oposición, ya que eso le garantizaba el gobierno.

Pues bien, los aires izquierdistas de los lilitos del CECIM La Plata, y las pretensiones de progresista y de enfant terrible del periodismo de Natasha, son tan funcionales al imperio como lo fueron Bernardo Neustadt o el chancho Alsogaray en la década del ’90, pues en definitiva sirven a los mismos intereses.

Si realmente queremos Memoria, Verdad y Justicia para los 649 Héroes Nacionales y la Causa de recuperación de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, proponemos comenzar con algunas de estas acciones de la siguiente agenda:

1) Levantar el secreto que pesa sobre la documentación que guarda el Estado Nacional respecto de la guerra del Atlántico Sur. Con ello podremos saber cómo se condujo la guerra, por qué se siguió pagando la deuda al Reino Unido mientras nosotros peleábamos en las Islas, qué dirigentes civiles y militares se reunían en las embajadas extranjeras para negociar qué cosas mientras nuestros compañeros caían bajo las bombas enemigas. Qué dice el Informe Rattenbach en su versión completa. Quiénes y cómo nos apoyaron y quiénes y cómo nos boicotearon en el plano internacional.

2) Reactivar la Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra creada mediante Ley Nº 24.517, ampliando sus alcances para investigar las conductas de las fuerzas argentinas en la guerra, para determinar méritos y deméritos y otorgar premios y castigos, a través de decisiones político-administrativas. (Por ejemplo, dar o quitar condecoraciones, dar y quitar pensiones, ascender o degradar, publicar informes sobre conductas honrosas o deshonrosas, etc.)

3) Denunciar por inconstitucionalidad los acuerdos suscriptos con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte que afectan el interés nacional de recuperar nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y espacios adyacentes, además de incluir cláusulas bilaterales que violan los Convenios de Ginebra, exonerando al Reino Unido por los crímenes cometidos durante la guerra.

4) Profundizar el camino iniciado con el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC en cuanto a las sanciones económicas, políticas y diplomáticas antes las agresiones unilaterales cometidas por el Reino Unido y sus aliados en el Atlántico Sur.

Sólo así terminaremos definitivamente con cualquier situación de impunidad e injusticia. Sólo así estaremos en coherencia con nuestra Constitución Nacional. Solo así seremos serios en la construcción de la Patria Grande. Sólo así seremos dignos de los Héroes Nacionales que dieron sus vidas por todos nosotros y por nuestros descendientes.

 
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