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Familias salteñas perdieron hasta las tumbas de sus antepasados


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23/04/2014

Viscachani es uno de los lugares más fríos de la cordillera oriental de Salta, allá por Santa Victoria Oeste. Todavía no azotan las temperaturas que surcan los 22 grados bajo cero y los vientos cortantes del invierno.

Es un lugar sin sombra, a unos 4.000 metros de altura. Barrio Nuevo, Las Cuevas, Río Grande, San Juan de Minas, Quebrada de Arias, La Falda los puestos de los pobladores salteños de la etnia colla que trajinan las distancias y los silencios más largos en este rincón de Salta. Son gente del cerro, humilde, trabajadora, respetuosa, tímida, generosa y amable.

Llevan nombres de antaño, como Levonsio y Mamerta.

Son pocos los cultivos que se dan en la zona, pero hay potreritos de trigo, papa, habas y cebada. Corrales de pirca, acequias, huellas de herradura.

Llamas, vicuñas y ovejas cuidan los pastores, que parecen tener todos los mismos perros. Se ven halcones lanzados en picada y el siempre omnipresente cóndor, despectivamente apodado cuervo por quienes tienen que lidiar con él todos los días, mientras acecha al ganado desde lo alto.

El sol está fuerte, el cielo azul y una neblina se disipa. Levonsio Subelza, de 60 años, llegó de su puesto en la Quebrada de Arias hasta el viejo cementerio de La Falda, donde descansan los restos de sus padres, don Andrés Subelza y doña Felipa Vilte.

Saca una bolsa de coca y con la otra mano arranca unas ramas de tola, para limpiar las sepulturas. Suelta en ofrenda unas hojas de coca y algunas oraciones que nunca se hicieron palabra.

Lo que quedó del otro lado

Sus tierras ya no son lo que eran; ya no le pertenecen. Hay alambrados y caminos enripiados. Las extensiones infinitas de los campos de pastoreo, ahora están cuadriculadas de alambrados, de potreros que algún día podrían dar trigo y cebada cuando el gobierno boliviano haga bajar el agua del cerro, como “los antiguos” de la zona. Es que la localidad de La Falda, junto al cementerio que resguarda el recuerdo y el descanso de decenas de argentinos que poblaron por generaciones esas parcelas, quedaron en Bolivia.

Según un acta que enviaron desde la comunidad al gobernador, Juan Manuel Urtubey, cerca de 20 familias quedaron viviendo en el vecino país cuando una línea recta imaginaria alteró el criterio de demarcación del límite que respetaban los pobladores del lugar, que tenía en cuenta los accidentes geográficos de la zona.

Lo mismo ocurrió en noviembre de 2013 a unos pocos kilómetros de ahí, en el Abra de Santa Cruz, donde 17 familias salteñas quedaron viviendo en Bolivia tras la instalación de un nuevo hito demarcatorio.

Mientras que el fin de semana pasado en el Abra de Santa Cruz, las autoridades provinciales y las de la vecina república plurinacional prometieron mantener la propiedad de las tierras de los habitantes afectados; en La Falda, desde 2002 a esta parte, todas las familias salteñas de la población colla fueron desprendidos de la propiedad de sus tierras, heredadas ancestralmente desde hace generaciones.

“Todos quedaron en Bolivia”

Ya no hay argentinos viviendo en La Falda. La mitad de la Quebrada de Arias también fue cortada por la línea recta que dejó los corrales de una casa en otro país. “Yo he conocido este lugar como argentino. En este cementerio de La Falda está enterrado mi padre, mi madre y mi abuelo que éramos gente de la Quebrada de Arias, parte de Viscachani, Argentina. Todos en este cementerio, todos los abuelos son argentinos. Tengo tíos que vivían en La Falda. Todos quedaron enterrados ahora en Bolivia”, cuenta Levonsio en el campo santo.

Mamerta Subelza busca la tumba de su abuela que ahora está en el vecino país. Ahí también está el puesto y los corrales donde se crió.

“Estos todos abuelitos eran argentinos y ahora están enterrados en Bolivia”.

Dueños de nada

Levonsio es nacido en Quebrada de Arias, a dos horas de La Falda caminando por un camino de herradura que últimamente arregla el Estado boliviano y que está pronto a parecerse a un tramo del antiguo Camino del Inca. Hace unos años, según su relato, recibió a unas autoridades bolivianas en su puesto de piedra, adobe y paja. “A usted señor le han hecho una denuncia. Usted no quiere darse a Bolivia, no se ha presentado en las reuniones, no ha cumplido con las obligaciones, ni las prestación que hay que dar para arreglar los caminos, ni nada”, contó.

Frente a su casa clavaron un palito blanco que marca el trazado imaginario de la línea recta. Sus potreros de siembra quedaron en Bolivia y nunca más pudo hacer uso de ellos. Vive en La Quiaca, Jujuy, como muchos de los que perdieron sus tierras.

Todos los que viven en La Falda ninguno es nacido o criado aquí, porque ahí siempre vivieron salteños y no los hermanos bolivianos, como lo hacen ahora. Eso era de familias argentinas, que eran los lugareños de ese lugar. Hoy ninguna de esas familias argentinas está viviendo ahí. Ninguna. Todos se han volado para otros lados”, afirmó Levonsio Subelza.

Sofía, sin casa y con multas

Sofía Alarcón tiene 42 años, nueve hijos, una casa en la Quebrada de Arias y un puesto en Abra de Santa Cruz donde vivió varios años. “Ahí también ha quedado Bolivia”.

Sus hermanos la llevaron hasta Arias para cuidar las ovejas de la familia. “Mi casita en el Abra ha quedado en Bolivia y ya me la han quitado. Ya están dueños ellos. Como hace muchos años que no voy tal vez que no me quieran reconocer mi casa. La Falda se ha hecho Bolivia antes ¿Pero cuántos años que todos la conocieron como Argentina? Ahí lo hacen ir a reunión los hermanos bolivianos. Es todo pagadito. Por asunto de los potreros o los pastores hay que estar ahí. Si no vamos es la sanción, multa. Hay que pagar 100 pesos bolivianos por fallar. Y a cada minuto que se tarda se agrega un peso boliviano. Todo tiene que ser pagado para poder sembrar o pastorear. Cuando era Argentina eso no existía y ahora en Bolivia hay que pagar todo. La gente se ha cansado y se ha ido. Algunos vendieron. Ahí quedaron las casitas y los potreritos. Ahora son todos bolivianos”, dijo.

Obligados con Bolivia

El padre de Sofía tiene su casa junto a la línea de fantasía del lado argentino, pero para poder pastorear del otro lado de la recta imaginaria y para poder usar los campos de cultivos que sembraron a buey por generaciones, tiene que asistir a las reuniones de la comunidad de La Falda, hoy de posesión boliviana. También se exigen “obligaciones”, que son tareas para la comunidad, como la construcción de caminos, escuelas, centros de salud, alambrados, acequias o el levantamiento de pircas, que son las ancestrales paredes de piedras que adornan los campos de los Andes.

Las faltas traen multas y sumado al incumplimiento de las obligaciones, la pena puede ser la pérdida de las tierras, según afirmaron Levonsio, Mamerta y Sofía.

Fuente: eltribuno.com.ar

 
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