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19/06/2009

 

Amundsen, la República Argentina y el Polo Sur en 1911 1° Parte  
La silenciada ‘conexión antártica’ Buenos Aires - Oslo

Por Pablo Crocchi / Equipo Hielo Azul

El 14 de diciembre de 1911, después de marchar durante 56 días en trineos de perro y esquíes a 45 grados bajo cero, cinco exploradores incrustan en hielo el asta de una bandera de seda roja con una cruz azul y blanca. Son los noruegos comandados por Amundsen, primeros seres en alcanzar el Polo Sur geográfico. Han vencido en una inédita carrera a Japón, Inglaterra y Australia. La célebre Expedición Noruega recibió valioso respaldo de argentinos, cuyos nombres relucen perpetuos en la toponimia antártica, lejos de nuestro Sector. Siguiendo huellas de espectros en la nieve, develaremos cómo fue ‘la conexión antártica’ de criollos y escandinavos, y porqué la silencia nuestra historia académica.

La conquista del Polo

Amundsen ya por entonces era un famoso explorador de regiones polares y héroe nacional noruego, por descubrir en el Ártico el Paso del Noroeste en 1903. En 1910 zarpó de Oslo con el Fram decidido a conquistar el Polo Norte, pero en una escala técnica se enteró que Robert Peary (EUA) lo había logrado días antes. Fue entonces cuando activó su plan alternativo secreto y puso proa al Sur, dándolo a conocer a su tripulación al cruzar la línea del Ecuador: el nuevo desafío sería el Polo Sur. Así lo hizo saber al mundo y a sus adversarios de meta, por telegramas enviados desde Madeira. El Fram desembarcó al grupo explorador en la costa Oeste antártica, donde construyeron su cuartel de invernada y centro operativo en Bahía de las Ballenas, próximos a la Base Británica desde donde se aprestaba a partir Robert Scott con el mismo objetivo. Amundsen, como experimentado explorador en estos climas extremos, dedicó su tiempo al acopio de carne de foca, instalación de depósitos escalonados de provisiones, aclimatación de hombres y entrenamiento de la jauría. Aplicó siempre las técnicas aprendidas de las tribus esquimales sobre tiro de trineos, alimentación, indumentaria y otros recursos de supervivencia. Allí lo visitó Scott a quien Amundsen criticó varios aspectos de su plan, como la utilización de ponis mongoles para el tiro de trineos [6]. Los hechos posteriores confirmarían que sus observaciones fueron –lamentablemente- acertadas. En la Antártida los errores suelen pagarse caro, por lo general con la vida.

El 19 de octubre de 1911 la expedición noruega de cinco hombres penetró desde la costa del Mar de Ross con cuatro trineos ligeros y 52 perros de tiro, dos tercios de los cuales luego serían sacrificados para alimentar hombres y jauría asegurando así su retorno a la costa. El inhóspito lugar en que realizaron la matanza de esos verdaderos camaradas de marcha, fue bautizado “Carnicería” perpetuando en los mapas el desasosiego de aquella forzosa decisión, que en la prensa fue motivo de una larga polémica cuyas críticas injustas irritaban intensamente a Amundsen, suponiéndolas promovidas por sus adversarios. Cada trineo cargaba inicialmente unos 300 Kg. y los hombres se desplazaban todo lo posible en esquíes para aliviarlos. Poco faltó para que una y otra vez, hombres, perros y trineos se perdieran en las brechas insondables del hielo. Una vez que Amundsen gritó a los de adelante: "-¿Qué aspecto tiene la grieta?!", contestaron: "-Como de costumbre: sin fondo..!”

< El 7 de diciembre, el grupo alcanzó los 88°23' S, el máximo sur a que había llegado Shackleton en 1909. Amundsen, que esquiaba delante de los demás, había dado orden de desplegar el estandarte noruego al momento de alcanzar aquella latitud. Oyó de pronto una gran aclamación, giró y vio la bandera ondeando al viento. "Ningún momento del viaje me conmovió como aquél. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y todos mis esfuerzos por reprimirlas fueron inútiles. Aquella bandera me conquistaba a mí y a mi voluntad. Por fortuna, tuve tiempo de componerme y dominarme antes de reunirme con mis camaradas." El grupo ya estaba a 156 kilómetros de su meta. Reducidos a 18 perros y 3 trineos, aligeraron su carga estableciendo el décimo y último depósito de abastecimiento en los alrededores. Para estar seguros de encontrarlo al regreso, clavaron una larga hilera de estacas negras que cortaba de Este a Oeste el camino. Habían cubierto las etapas con un promedio de 25 a 30 kilómetros diarios, aunque a veces fueron obligados a detenerse durante varios días debido a los temporales. Una vez llegados a la meseta central, el clima ayudó a los noruegos que dispusieron de varios días de Sol. El 13 de diciembre arribaron a los 89º 37' de latitud Sur quedando solo una etapa y la duda de saber si serían los primeros.>

En la jornada siguiente reanudaron la marcha temprano, sin vislumbrar algún signo de vida en el horizonte: sólo veían adelante "la interminable planicie". A las 15hs pm del 14 de diciembre de 1911, llegaron al Polo Sur: "Así se rasgó el velo para siempre y dejó de existir uno de los mayores secretos de nuestro planeta" escribió Amundsen.

4 miembros de la Expedición saludan en el Polo a su bandera y al gallardete del Fram: el 5to tomó la foto. Sus nombres: Amundsen, Bjalland, Hanssen, Hassel y Wistning

El esfuerzo extenuante mostró su ansiada meta: una inmensa y desolada planicie blanca adonde todos los puntos cardinales indican el Norte. El extremo Sur del eje de rotación de la Tierra. El mítico punto geográfico donde confluyen los meridianos. Allí donde en los veranos no se pone el Sol y los inviernos son oscuridad constante.

Eran los primeros seres vivos en llegar a ese lugar inhóspito, saturado de imponente silencio. “Nos juntamos todos alrededor de nuestra bandera (hermosa bandera de seda), nos agarramos todos de ella y la clavamos. La extensa meseta en que está situado el Polo Sur recibió el nombre de Meseta del Rey Haakon VII.” [*1]

Permanecieron en el Polo casi cuatro días realizando observaciones científicas y reponiendo energías. Armaron una pequeña carpa con el mástil donde flameaba la bandera noruega, y dejaron adentro dos notas: una para el rey de Noruega y otra para Scott donde pedían que la llevase por si acaso no lograban volver. "Fue un momento solemne cuando nos descubrimos y despedimos. Nos pusimos inmediatamente en camino sobre nuestro propio rastro. Muchas veces nos volvimos para echar una última ojeada... Descendieron los vapores blanquecinos y nuestra banderita no tardó en desaparecer de la vista", recordará Amundsen en su informe de expedición. [*1]

El 25 de enero de 1912 estaban de regreso en su Base de Bahía de las Ballenas. Habían transcurrido 94 días desde la fecha de partida (56 de ida y 38 de vuelta). Después de una marcha de más de 2.800 km en que los cinco exploradores habían padecido congelamiento, quemaduras del viento blanco, ceguera por el resplandor de la nieve y agotamiento, volvían en triunfo. Fatigados y extenuados por los rigores del clima ¡nadie mencionó el Polo Sur! Sus camaradas no se atrevían a preguntar por el temor de que hubieran fracasado… y los exploradores no tenían ánimo de alardear. Hasta que del modo más natural, alguien preguntó: "¿Qué? ¿Llegaron allí?" Y entonces -al fin-, reunidos otra vez todos los hombres de la expedición, hubo vítores, risas y una gran celebración.

>Su buque, el ‘Fram’ [en castellano ‘Adelante’], amarró durante ese invierno de 1911 en Buenos Aires después de desembarcarlos en las costas de hielo del mar de Ross, sobre el cuadrante antártico del Pacífico. < El 30 de enero de 1912 la expedición noruega victoriosa, abandonaba para siempre su cuartel de invernada de Bahía de las Ballenas. De los 126 perros que llevó Amundsen consigo sólo sobrevivieron 11, pero no perdió a ningún camarada. Habían recorrido unos 1.400 kilómetros de ida y otro tanto de vuelta sobre hielo y nieve, llegando allí adonde ningún humano ni ser vivo alguno había llegado antes. > Antes de partir de la Antártida, lo visitó otro competidor en esa excéntrica carrera al Polo Sur, el Capitán Choku Shirase del Japón que ‘entre 1910/ 12 con el "Kainan Maru" recorrió el Mar de Ross, encontrándose en la Bahía de las Ballenas con Amundsen que regresaba triunfador del Polo’ al confortable refugio costero al que había bautizado ‘Franheim’. "La meta había sido alcanzada, se había llegado al término del viaje", reflexiona Amundsen en sus crónicas.

Amundsen con la tripulación a bordo del Fram

En una carta confiesa: "No creo que haya existido jamás alguien que se encuentre en un lugar tan diametralmente opuesto a la meta deseada. Los alrededores del Polo Norte me habían atraído desde la infancia, y allí estaba yo, en el Polo Sur… ¿Puede imaginarse mayor desatino?" Un vapor embarcó a los exploradores hacia Tasmania, desde donde enviaron su telegrama del 8 de marzo de 1912 informando oficialmente del éxito de su Expedición.

En aguas del Plata: Montevideo y Buenos Aires

Amundsen regresó desde la Antártida vía Tasmania hasta Montevideo, adonde arribó el 21 de mayo de 1912 a bordo del Remuera: El arribo a Montevideo, demorado por una densa niebla seguida de una lluvia pertinaz, no desanimó a los curiosos que embarcaron en varios remolcadores para llegar hasta el buque. La visita de Amundsen motivó una entusiasta recepción y todo tipo de ceremonias, que fueron presididas por el oficial mayor del Ministerio de Guerra y Marina, coronel Moller de Berg, quien trabó amistad con el expedicionario durante su desempeño como cónsul de Uruguay en la capital noruega. Sin hacer declaraciones, reservó la información para el público que iría a oírlo en Buenos Aires, adonde se trasladó en el vapor Viena en la noche del 23. Allí -en el Odeón- brindó a una audiencia multitudinaria, una serie de conferencias con proyecciones luminosas, ofreciendo la última el 12 de junio de 1912. Posteriormente, apareció la noticia que Amundsen partiría hacia la Estancia ‘El Carmen’ de Pedro Christophersen, en la Provincia de Santa Fe, donde se concentraría para ordenar su obra. [2*]

>Como vemos fue en el Teatro Odeón de Buenos Aires, durante la Semana de Mayo, donde realizó sus primeras conferencias dando detalles sobre la travesía polar que asombró al mundo, ya informado del trágico fin de todos los miembros de la Expedición británica de Scott, quien alcanzó los 90° de latitud Sur un mes después encontrando desplegada la bandera noruega. Los cuerpos congelados de los británicos fueron hallados 6 meses después, próximos a su cuartel de invernada al que ya exhaustos no pudieron llegar. Scott llevaba en su abrigo las cartas de Amundsen recogidas en el Polo. La trágica circunstancia consternó al mundo y fue aprovechada por la prensa británica para empañar el éxito de la expedición noruega, procurando desacreditar a Amundsen como si de alguna forma fuese responsable del funesto desenlace. Si existieron ‘culpables’ debieron buscarse en la presión oficial inglesa sobre Scott, para que llegase al Polo antes que cualquier otro. Esa prensa insidiosa logró parte de su cometido dado el sobrio silencio noruego, que por respeto a Scott, a sus camaradas fallecidos y a sus familiares, se negaron a polemizar el asunto. Aún hoy se alimenta sutilmente la confusa idea de que fueron británicos quienes por vez primera pisaron el Polo Sur, o por lo menos el concepto de que ‘ellos merecían ese honor y no sus villanos competidores’.

El Fram en buenos Aires 1911
La carpa noruega en el Polo

Esa prensa canallesca y mercenaria, tuvo eco inmediato en ingenuos lectores o adeptos al expansionismo británico. Todo antártico o montañés cabal sabe que inmersos en esa naturaleza hostil, los hombres se hermanan frente a la adversidad, y que tanto Amundsen como Scott –si se hubiese presentado el caso-, no hubiesen dudado en sacrificar su meta para concurrir en auxilio de cualquier otra expedición en apuros, priorizando las vidas humanas sobre otros objetivos. Como en la antigua ‘ley del mar’. Ese es el fundamento de nuestra confraternidad antártica universal, forjada con hechos y no con frívolos supuestos de quienes jamás realizaron esfuerzos en esas regiones.

Nombres argentinos en el Polo y respaldo financiero

Amundsen escribió su libro ‘El Polo Sur: un informe de la expedición antártica noruega en el "Fram", 1910-1912’ en una estancia de Santa Fe propiedad de dos escandinavos accionistas a la Compañía Argentina de Pesca (CAP) residentes en nuestro país. Tres accidentes geográficos descubiertos en la meseta polar, fueron bautizados con nombres de estos dos gringos argentinos y de la esposa criolla de uno de ellos, en agradecido homenaje al respaldo que brindaron a su expedición. < Dos altos montes llevan así respectivamente los nombres de ‘Don Pedro Christophersen’ y de ‘Don Guillermo Christophersen’ (así figuran en el libro de Amundsen), ‘en honor de dos caballeros de la sociedad argentina, benefactores de la expedición noruega’. “Una extensa región fue bautizada ‘Tierra de Carmen’, ‘en honor de la distinguida dama argentina Carmen Alvear de Christophersen’ (esposa de Pedro). En su libro ‘El Polo Sur’, difundido y consultado mundialmente, relata ‘la cálida recepción tributada por el pueblo y gobierno argentinos, y la valiosa ayuda que para el éxito de la expedición le otorgaron diversos círculos y caballeros argentinos’ [3*]. < Pedro Christophersen ganó un millón de pesos (una fortuna inmensa) en la lotería, con ese dinero financió la expedición de Roald Amundsen al Polo Sur, quien agradecido bautizó una parte de las tierras descubiertas como ‘Carmenland’. [4*] >

Por supuesto que ya existían desde años atrás numerosos accidentes geográficos con nombres argentinos, muchos de ellos designados también por exploradores extranjeros (como Nordenskjöld, Gerlache o Charcot ) en reconocimiento a nuestra República por su apoyo a las expediciones y el interés demostrado en la región.

Pero en este caso se encuentran en áreas próximas al Polo, en un cuadrante distante de nuestro Sector y fueron bautizados por el primer humano que alcanzó el Polo Sur.

Resulta evidente que algunos miembros de la aristocracia ganadera de esa época, a fines de la Belle Époque, sostenían su autoestima en el prestigio de su país y no estaban dispuestos a ceder méritos a potencias expansionistas como Gran Bretaña, que en 1908 había declarado por Carta Patente de su corona que ‘todas las tierras emergidas situadas al sur del paralelo 50° S le pertenecían’. Otros tiempos, otra gente… frente a iguales conflictos de intereses.

La polarización del mundo: Norte vs. Sur en la Belle Époque

En 1911 un diario de Buenos Aires, publica que la Expedición noruega fue decidida casi secretamente y menciona otras 3 expediciones simultáneas de Inglaterra, Japón y Australia. Menciona también al ‘ministro de Noruega en esta capital señor Andrés Christophersen, a quien debemos los datos principales de esta Expedición’, dice esa nota.

Si no conociéramos trayectorias y vínculos políticos de sus protagonistas, podríamos pensar que el respaldo ‘privado’ argentino brindado a la Expedición de Amundsen, pudo haber sido solo parte de la típica disputa local ‘francófilos vs. anglófilos’, en el marco cultural euro-céntrico ‘Belle Époque’ de nuestra aristocracia. Resulta ilustrativo recordar aspectos de esa mentalidad y su contexto, en esa época ‘bella’ para unos pocos:

Diario porteño de 1911 con datos de la expedición en marcha. Las fotos son del comandante del Fram, recalado en Buenos Aires, y de Roald Amundsen ya invernando en la Antártida.

< En las estancias realizaban cacerías del zorro, como si se estuviera en Inglaterra. Las mujeres vestían de amazonas y los servidores lucían libreas. Los viajes a Europa se hicieron necesarios para continuar los negocios internacionales, alternar con la mejor sociedad e importar lo mejor de la cultura europea, desde la ropa hasta muebles, cuadros, movimientos literarios y pictóricos, además de novios con títulos nobiliarios.> [libro de A. Dodero/ P. Cros: Los años dorados - testimonio gráfico de un estilo de vida.]

En esa época los frecuentes viajes a Europa del círculo aristocrático latifundista y la ostentación de sus fortunas, generó la expresión “rico como un argentino” (il est riche comme un argentin ), como si se tratase de extravagantes sultanes. En sofisticadas joyerías de París (como Cartier o Van Cleff), cabarets, restaurantes y hoteles se ganaron el apodo de “triple A” en ingeniosa referencia al intrincado parentesco entre los Anchorena, Alzaga y Alvear; mientras aquí, en el Río de la Plata, se los motejaba de “jailaifes” en alusión al elogioso “high life” de los británicos.

Dicen Dodero y Cros: <Los señores de estas tierras codiciadas por los extranjeros fueron educados por institutrices inglesas, francesas y alemanas, que les enseñaron a hablar los idiomas foráneos sin acento. Así formados, adoptaron el protocolo, las reglas de cortesía y los gustos europeos, hasta el punto de que no era fácil distinguirlos de los aristócratas de la otra orilla del Atlántico, con quienes bien pronto, terminaron por emparentarse.>

Una compleja trama de parentescos y relaciones era la base de un poder monolítico que ocupaba áreas claves de Gobierno y Estado, flotando muy por encima de discrepancias y vaivenes políticos.

Sin embargo, algunos ‘descarriados’ -muy criticados por esa ‘élite de alcornoques egoístas’-, comprendieron el carácter industrial y nacional del siglo incipiente, impulsando pujantes empresas en el país. Carmenza, hija de Pedro Christophersen y Carmen Alvear, se casaría con el criollo Alberto Dodero, creador de una empresa naviera y bisabuelo de quien nos ilustra sobre esa época y su mentalidad. Pareciera que ‘el gringo’ don Pedro Christophersen, como residente argentino y representante de intereses diplomáticos y económicos de escandinavos y rusos, optó por estos “descarriados”. Lo cierto es que contribuyó a definir el desenlace de la llamada “carrera al Polo” en la que Noruega, con Amundsen, arrebató a Inglaterra el título de “descubridor” ansiado por Londres para consolidar sus pretensiones manifestadas oficialmente en 1908, por Carta patente del rey Edward VII.

Se iniciaba la década que sumiría a Europa en el espantoso genocidio de “la Gran Guerra” que arrastró al mundo entero, a causa de sus dominios coloniales (denominada después 1ra Guerra Mundial puesto que llegaría una segunda más pavorosa aún que la anterior). El modelo imperial británico había inspirado a otros países expansionistas que competirían por Asia, África y regiones europeas, además de rutas marítimas.

La guerra aceleró el vértigo del siglo industrial: automóviles, aeroplanos, submarinos, combustibles, cine, comunicaciones, dirigibles, ferrocarriles, radio, teléfono, ametralladoras, penicilina…

La grave cuestión social -producto de la desigualdad-, se resolvería en alevosos drenajes de generaciones enteras sobre los campos de batalla… La etapa anterior a esa 1ra guerra sería después recordada con nostalgia como la Belle Époque, etapa signada por la Inglaterra victoriana y la expansión imperial europea, que intentó imponer al resto del mundo el positivismo filosófico – científico y su convicción en la propia superioridad étnica y cultural. Es decir, el euro-centrismo como elemento ‘natural’ de dominación de las élites de poder periféricas. Argentina no era ajena al fenómeno, pero fue capaz de trazar propias estrategias frente a la guerra: ‘La inmigración masiva hizo crecer la producción y diversificó las actividades, en tanto que la posición neutral de la República durante la Primera Guerra Mundial enriqueció las arcas del Estado y a los estancieros bonaerenses.’ [4c*] <Dodero/ Cros>

Los muchachos de antes no usaban gomina…

Al comienzo de esa década se discutía en Argentina la Ley de sufragio universal y secreto, que pondría límites al círculo de poder latifundista (una ‘oligarquía’ según definición de Platón) enquistado en el Estado y ligado a los intereses económicos de la corona inglesa que sujeta a Gran Bretaña. La revolución mejicana aterrorizó a los magnates terratenientes y la rusa estaba en gestación. En 1912 se desplomó la Piedra Movediza de Tandil, Gardel aún no era conocido, la Unión Cívica Radical se preparaba para asumir el poder con Yrigoyen y Juan Perón era un joven cadete del Colegio Militar. Las ciudades se asombraban con las visitas de grandes dirigibles y se conmovieron con el naufragio del Titanic, hecho que luego llegó a interpretarse como una profecía de la historia: el fin de ‘la Belle Époque’, bella para pocos y deplorable para multitudes. En el famoso naufragio los pasajeros de 2da y 3ra clase fueron encerrados en las bodegas inferiores, mientras los pudientes de 1ra clase abordaban los pocos botes de salvamento… Magnífico preludio para la revolución de octubre del ’17.

En la India, a partir de una masacre de población descontenta realizada en 1919 por tropas coloniales británicas, surge un líder de masas que sacudirá la conciencia mundial: Mahatma Gandhi. También en Irlanda estalla la gran insurrección por su independencia.

El tango porteño de los suburbios y tabernas de puerto, fascinaría con sus acordes y firuletes en lujosos cabarets del París de postguerra, hacia 1925. Carlos Gardel, ‘el morocho del Abasto’ conmueve a París y Europa con su tango homenaje “Silencio”. En el ’25 Einstein visita Buenos Aires y Córdoba exponiendo su Teoría de la Relatividad.

En 1928 Amundsen se lanza en un hidroavión al rescate de Nobile, un explorador italiano extraviado con su dirigible en el Ártico, quien fue hallado con vida, mientras el noruego junto a cinco compañeros desaparecían en los hielos del Ártico sin dejar vestigios. Ese año Puerto Grytviken superaba los 1.800 habitantes: hoy sólo quedan renos en la isla.

1928: a bordo del hidroavión en el Ártico
Pto Grytviken – I. Georgias/ San Pedro - 1928

En aquel invierno de 1912 sin duda el afable comandante Amundsen habrá participado en la estancia “El Carmen” de fogones y guitarreadas con nuestros paisanos santafesinos, que seguramente luego relató a sus dos hijas adoptivas de etnia esquimal residentes en Noruega. Así lo pensamos con el piloto don Julio Germán Muñoz, hombre de Rufino, Provincia de Santa Fe, quien en 1955/ 56 junto a Hernán Pujato -en el marco de la ‘Primera Expedición Polar Argentina’-, relevaron en dos avionetas con sus mecánicos de vuelo Obermeier y Molinari, regiones jamás antes avistadas por hombre alguno hasta los 83°10’ latitud Sur dentro del Sector Antártico Argentino, lugar en el que cayó el Cessna de Pujato y bautizaron “Aeródromo Ceferino Namuncurá”, en homenaje al beato por ellos nombrado Patrono de los Vuelos Antárticos. Esos descubrimientos realizados para la patria a riesgo de propias vidas, serían ocultados luego por la autodenominada “Revolución Libertadora” -por otros apodada “la fusiladora”-, que ya ejercía su poder de facto desde septiembre de 1955.

Escandinavos y argentinos juntos en la Antártida

La presencia oficial del Estado Argentino en la Antártida se inició con la Expedición sueco-noruega (escandinava) del Dr. Nordenskjöld, que incluyó al joven Sobral en su grupo de invernada en 1902. Su buque, el Antarctic, luego de dejarlos en la Península Antártica, exploró las Barreras de hielo del mar de Weddell que hoy llevan el nombre de Larsen, su capitán. Luego puso proa a las Islas Georgias del Sur recorriendo detalladamente sus costas, para avanzar en su proyecto de establecer en esas islas un centro operativo de caza y factoría de ballenas. Desde allí regresó a Buenos Aires donde recalaron ese invierno, relacionándose con funcionarios y empresarios porteños.

Al verano siguiente zarpó para ir a recuperar al grupo científico de invernada, encontrando todos los pasos cerrados por el mar congelado al llegar a la Península. Luego de probar diferentes rutas en banquisas y campos de hielo, Larsen acordó con su gente forzar el paso para llegar hasta Nordenskjöld. Así naufragó el Antarctic atrapado por los hielos: retiraron todo elemento que pudiese resultar útil, y caminaron sobre mar congelado hasta una Isla adonde improvisaron su cuartel para recibir el invierno. Un equipo de tres hombres marchó a tomar contacto con el grupo de invernada, pero resultando imposible hicieron campamento en Bahía Esperanza, que por ellos lleva ese nombre, pues fue su principal alimento. El iglú de piedra que los cobijó ese invierno aún puede verse en Base Esperanza.

En Buenos Aires, al ver que no regresaban, alistaron a la corbeta de la Armada ‘Uruguay’, que en la primavera siguiente zarpó en su rescate al mando de Julián Irízar. El grupo Nordenskjöld –que había pasado dos inviernos en los hielos- y los tripulantes del Antarctic habían sobrevivido alimentándose de focas y pingüinos. Fueron rescatados por la corbeta ‘Uruguay’ siendo recibidos como héroes en Buenos Aires: una multitud los ovacionó mientras la veterana corbeta ingresaba a puerto haciendo sonar su silbato a vapor. En esos meses los expedicionarios dieron conferencias participando de multitudinarios agasajos, que los vincularon definitivamente a nuestra sociedad.

Zarpa la Uruguay despedida por la multitud
La gloriosa corbeta ARA Uruguay en aguas antárticas

En ese contexto de 1903/4, el escocés William Bruce -que venía de invernar en las Islas Orcadas-, llegó a Buenos Aires asombrándose por el entusiasmo de la prensa y el pueblo por la cuestión austral. Venía a solicitar a nuestro gobierno apoyo para continuar su Expedición, ya que Inglaterra se lo había negado en Malvinas, donde no obtuvo ni un gramo de carbón. El presidente Roca conocía bien las divergencias entre el Reino de Escocia y la corona inglesa y aprovechó estas fisuras. Así fue como se firmó un acuerdo en presencia del embajador británico, en el cual Bruce cedía la estación científica a la República Argentina a condición de que se diera continuidad a sus estudios, y a cambio de la ayuda material solicitada. El 22 febrero de 1904 el Estado Argentino inició su presencia oficial permanente en ese Continente, siendo durante 40 años el único país con presencia allí. A bordo del Scottia Bruce pudo continuar explorando con éxito el mar de Weddell.

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Por Pablo Crocchi / Equipo Hielo Azul, Para El Malvinense

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